México

Crónica de una cena a ciegas

Guiados por expertos, los participantes experimentan una cena con ojos vendados estimulando los sentidos para dejarse sorprender por texturas, sabores y aromas que se fusionan en una actividad tan cotidiana como comer, transformándola en una vivencia de reflexiones, aprendizajes y sorpresas

Texto y fotos: Carla Ivette Arroyo Rubí

Recientemente, la Sociedad Dante Alighieri y la Agencia Italiana para el Comercio Exterior, en alianza con Solovino Club y en manos del chef italiano Giuseppe Miele, invitaron a vivir la experiencia The Blind Diner, saliendo de la zona de confort, estimulando los otros cuatro sentidos para dejarse sorprender por texturas, sabores y aromas que se fusionan en una actividad tan cotidiana como comer, transformándola en una vivencia llena de reflexiones, aprendizajes y sorpresas.

Una experiencia única en donde los participantes son guiados por un maestro de sala y un sumiller, en la que descubrieron el potencial de sus sentidos en ausencia de la vista, dando rienda suelta a descubrir lo que se está comiendo a través de los sabores que se perciben, así como el aroma y texturas de lo que se lleva a la boca. Explicando cómo degustar mejor la comida y el vino e incitan a los comensales a que encuentren los ingredientes de sus platillos.

Esta vivencia sensorial consiste en dar un salto de fe, desde el instante en el que el participante se pone el antifaz y pierde el sentido de la vista, confiando en las personas que lo guían. Imaginando un ambiente inmerso en oscuridad donde se disfrutará de una cena donde los sentidos se estimulan y las emociones son la guía para iniciar la aventura. Un ambiente donde las etiquetas y prejuicios no existen. El habla y escucha se vuelven ingredientes esenciales abriendo un canal de comunicación empático, donde buscar el celular no es prioridad. Olvidarse del mundo como se conoce y volver a aprender de él, pero con otras habilidades.

Los primeros minutos pueden provocar ansiedad, pensar que la ausencia de luz pudiera afectar de alguna manera. Sin embargo, dejarse llevar y darse cuenta de que en realidad se está abriendo los ojos al interior. Todo es nuevo y envuelve en una nube de misterio, puede ser divertido tratar de ubicar los cubiertos y copas, y adivinar lo que se está masticando, pero da un golpe de realidad la imposibilidad de no saber qué se tiene enfrente, que lleva a no dar por sentado ninguno de los sentidos. Usando el tenedor o cuchara para descubrir qué contiene el platillo es todo un reto; meter los dedos para sentir qué es lo que se llevará a la boca es una opción.

Si no fuera por la vista, indudablemente muchos no se darían la oportunidad de comer más cosas que hasta ahora no se han atrevido. Todos juzgan el sabor de un alimento por cómo se ve. Al final de la noche no solo se va uno con una deliciosa cena, también con la reflexión acerca de uno mismo y cómo se percibe no solo cada situación sino todo lo que la rodea.

Al momento de retirar el antifaz, el experimentador verá con otros ojos a la gente con la que comparte la mesa, el hecho de haberse acompañado solo con la voz, permitirá conocer de una forma que tal vez no se hubiera permitido en otra situación, entre risas y voces como se está poco acostumbrados a vivir, debido a la tecnología y los celulares; es como esta cena se convierte en la hora y media más gratificante que se puede experimentar.

Si se desea vivir una cena como esta, hay que estar al pendiente de las redes sociales de Solovino Club, ya que no se llevan a cabo con regularidad, pero esperarlas vale la pena. También uno mismo puede organizar la propia Blind Dinner. ¡Nunca hay que dejar de sorprenderse!

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