México

Elecciones 2012: un suspiro por el cambio

Texto y Foto Por Jacqueline Jiménez Martínez

Hace tan sólo unos días el Tribunal Electoral determinó la validez de las elecciones presidenciales en México. Más allá del resultado, de las irregularidades en el proceso, y de los candidatos o partidos políticos y sus campañas, haré una concentración de los principales elementos que generaron, no sólo de qué hablar, sino que tuvieron una influencia en el mismo.

Empiezo por lo más controvertido: el papel de los medios y su influencia en el manejo de la información y la participación electoral. Pero, ¿qué tan significativa es esta influencia? Algunos analistas dicen, por un lado, que no fue determinante al momento de la votación, otros, en cambio, sostienen que una televisora puede hacer presidentes. ¿Es nuevo que el llamado cuarto poder tenga la capacidad de crear  fama a personajes que lejos están de ser un buen ejemplo, o que haga de un evento sin trascendencia la nota del día, o algo de verdadera relevancia que pase desapercibido? Considero que su alcance no está a discusión.

Lo que sí me parece un punto detonante, es cuando se sostiene que hubo una cobertura “más o menos” equilibrada para todos los candidatos, en todo caso, el verdadero motivo de estudio sería qué tipo de cobertura fue ésa.

¿Será que se está satanizando al duopolio televisivo? He escuchado decir que la gente no es tonta, que al final cada quien toma su decisión, y es cierto, pero no se discute el grado de inteligencia, sino el grado crítico y analítico, criterios que no parecen fomentar las televisoras. Basta con echar un ojo a su programación cotidiana para tener claro que no se destacan por tener contenidos de calidad, y menos que promuevan valores cívicos, recordemos que el ya clásico “tienes el valor, o te vale”, tiene su mayor eco en el cuestionamiento a la misma empresa que lo ostenta.

En un tejido en el que no hay cabida para competencia alguna, el problema se magnifica y agrava, por lo que es urgente que haya pluralidad para generar diferentes puntos de opinión y que los televidentes puedan por lo menos decidir  entre una gama de posibilidades.

Asimismo, las televisoras pusieron su “granito de arena” en la contienda electoral, y la tendencia por un candidato es algo ya documentado, y como el dicho popular versa: “lo que se ve, no se juzga”.

Lo ideal sería que estos medios de comunicación hicieran la tarea de fomentar la participación ciudadana y el análisis de propuestas, con lo cual, automáticamente ayudarían a fortalecer la democracia, aunque tal vez es un pensamiento un tanto utópico de mi parte. Entonces, ¿de qué lado deben estar los medios?, ni del gobierno, ni del sector privado, ni de intereses personales, sino del pueblo mismo, pues viven por y para beneficio de él.

Y aquí entra en juego el papel del periodista, que asume un reto mayor en estos tiempos de  agresión a su labor y limitación a la libertad de expresión,  pero resulta que a estos retos se agrega uno más, el vedo por parte del medio informativo o por el propio periodista, atendiendo a un conflicto de intereses,  surcando las vías de la distorsión u omisión de la información.

En este contexto, el periodista que se autocensura, ¿no se aleja del periodismo mismo?, una profesión que enarbola la enmienda de transmitir información oportuna, veraz y objetiva. ¿Lo podemos seguir considerando un periodista?

Es ya bien sabido que la tarea del periodismo en época de comicios es primordial, pues funge como intermediario entre los partidos políticos y los ciudadanos. Tenemos, pues, además una labor social, para darle las herramientas necesarias al electorado y que se haga una opinión crítica, reflexiva y se interese en los procesos que vive el país.

Y precisamente, quiero hacer una especial mención a los periodistas de análisis, quienes con sus columnas, entrevistas y conferencias, van más allá de lo que otros, dejando una huella mayor en los electores. Pero, lamentable es recordar que los mexicanos no están familiarizados o acostumbrados a darle un seguimiento a los especialistas, y se suelen conformar con los veinte segundos de la opinión que de vez en cuando da uno de ellos en algún noticiero nocturno. Por lo mismo, enaltezco su labor.

Por otro lado, al hablar de las Elecciones 2012, no se puede dejar de mencionar al movimiento #YoSoy132, que no llegó a simbolizar la esperada “primavera mexicana”, pero que surgió para darle otro ritmo al proceso, dinamizándolo y manteniendo un discurso importante y del que poco se hablaba, un recordatorio de uno de los problemas más graves: el bloqueo informativo por parte de las televisoras, reflejado en una cobertura mediática desequilibrada y tendenciosa.

¿Fue importante el #YoSoy132 para el proceso electoral? Está comprobado que su presencia sí parece haber modificado las intenciones del voto, al menos en el centro del país, pero lo interesante será ver su evolución y desarrollo, para determinar su solidez y capacidad de llevar una continuidad de procesos.

Cabe señalar, que una plataforma mediante la cual el movimiento estudiantil, candidatos y ciudadanos se hicieron escuchar, fue a través de las redes sociales, que sirvieron a este propósito por primera vez en un proceso de elecciones en nuestro país. En contraparte, es un medio que se debe aprovechar con tacto, pues es presa fácil de la ambigüedad. Ya el periodista Mario Campos mencionó que hay más usuarios de redes que lectores de periódicos, lo que tampoco sorprende, y regresamos a la misma cuestión, ¿qué tan profundo van los mexicanos en la política de su país?

Los elementos que abordé con anterioridad fueron de peso a la hora de tomar la decisión del voto, pero no por ello son el principal conflicto, no son la causa, sino el efecto. El escuchar constantemente la frase: “voy a votar por el menos peor”, es muestra de las carencias de los gobernantes, pero para esto es pertinente que el pueblo conozca mejor a los candidatos, a los partidos, sus propuestas y antecedentes, pues también es una salida un tanto fácil decir que todos son iguales.

Al respecto, quisiera hacer hincapié en que es de suma importancia para el desarrollo de cualquier país el tener una memoria histórica, y ni siquiera nos tenemos que ir tan lejos, ya lo sucedido en años recientes nos da elementos para conocer más sobre la situación actual, y es irónico al mismo tiempo que estos sucesos queden el olvido con tanta prontitud. ¿Acaso un pueblo no corre riesgo de cometer los mismos errores que en el pasado al olvidar o pasar por alto criterios que lastimaron su democracia?, y de igual manera, ¿no es restarles importancia a los protagonistas de las luchas sociales?, a aquellos pilares de la lucha por el cambio, a los que se alzaron en contra de la imposición y de la violación de sus derechos.

A la par, es de relevancia que tomemos conciencia de que el poder en nuestro país está fragmentado, y no reside únicamente en la figura presidencial, que es la representación máxima, claro, pero recordemos que a veces el Presidente en turno es uno, y el partido que domina en las Cámaras otro. Los ciudadanos debemos hacernos partícipes desde lo local, desde nuestras comunidades, para así ver de cerca los escenarios y participar de una forma más activa.

Leonardo Curzio propuso esta cuestión: “¿qué es peor, un político sometido a los medios o viceversa?”, creo que todos adivinamos la respuesta.  Y he aquí uno de los puntos que se debe exigir tratar en la agenda inmediata del próximo gobierno: la revisión de las concesiones y términos de televisión, con la enmienda de que se deje de responder a cuotas de poder o grupos de interés. Recordemos que las televisoras hacen uso de un bien público, propiedad de la nación.

Me aventuro a decir que en México se da el síndrome del ciudadano con conciencia política cada seis años, en el que una parte de la población parece más interesada por el bienestar y futuro del país en la época electoral que en el resto del sexenio. Es evidente que es un momento en el que se abre más el diálogo en estos temas, pero no debe ser exclusivo de estas fechas, debemos ser consistentes y  congruentes, críticos y exigentes con nuestros gobernantes de forma persistente, abiertos a la discusión, al análisis y a la reflexión, para poder contrastar posturas, ver todos los lados de la moneda, y no sólo una cara. Es indispensable que se exija a los que ostentan el poder, que se alce la voz cuando sea necesario y no sólo cuando hay un momento de transición de poderes.

Los mexicanos sí necesitamos un cambio, pero no un cambio momentáneo, sino de fondo, un cambio de mentalidad, de conciencia, un cambio que se debe dar desde el seno familiar, desde la propia comunidad, que emane de la educación adquirida en casa, pero que a su vez se vea fortalecida desde la escuela. Es necesario que los ciudadanos tengan un verdadero interés por el país, y que lejos de manifestarse únicamente en justas deportivas o en fiestas nacionales lo hagan en el estudio y la valoración de su contexto.

No se puede ignorar el círculo vicioso del que somos parte, el cual se ve alimentado por los que se valen de los escasos recursos y de la necesidad de algunos sectores de la población para favorecerse de alguna forma, pero en definitiva en una sociedad informada y responsable les será más difícil hacerlo.

El cambio que México necesita requiere tiempo, como todo proceso. Tal vez deberíamos echarnos mano de los ejemplos que nos dan nuestros vecinos, no los del norte, que parecen siempre el único punto de comparación, sino de nuestros hermanos latinoamericanos, que han sido ejemplo de que los cambios a favor de la democracia son posibles, y no verlo como algo lejano y casi inalcanzable

En estas elecciones se vislumbró un suspiro para el cambio, no tanto nivel político, sino a nivel social, pero como el suspiro mismo, se alcanzó a percibir, para luego desparecer y regresar a su punto original. Esperemos que en las próximas elecciones no sea un suspiro, sino una inhalación profunda de aires nuevos y renovados, que seamos una nación que se destaque, no sólo por su cultura y atracciones, sino en la calidad de su gente y en su lucha por una democracia genuina y por el bienestar del pueblo mexicano.

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