El 13 de febrero, a las 11:30 horas, el papa Francisco pisará por primera vez la iglesia más importante de México
Texto y fotos: Luis Felipe Hernández Beltrán
La Catedral se pone guapa para recibir a su invitado distinguido.
Fachadas, retablos, relieves, pisos, muebles, puertas y hasta jardines son restaurados, limpiados, pulidos. No hay detalle que no sobresalga, en las afueras y sus interiores.
Los habitantes de ésta: monumentos, estatuas, imágenes… cristos, vírgenes, santos y ángeles, como todo buen anfitrión, lucen sus mejores galas; se han maquillado y brillan más que nunca esperando solo el momento en el que “convivirán” con el visitante especial.
Supervisados por el personal de la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a marchas forzadas, días y noches completas, los trabajadores no pierden tiempo y no paran sus labores; independientemente de la visita, saben que el lugar a su cargo será visto por millones de personas en todo el mundo a través de los medios de comunicación, más aquellos afortunados que logren ingresar al inusual convivio.
El papa Francisco será recibido por un lugar lleno tradición más allá de lo religioso; un testigo mudo que vio pasajes históricos de México, desde la caída del imperio azteca, la imposición de los conquistadores españoles, el pasar de las tropas insurgentes en la independencia mexicana o los ejércitos revolucionarios en el conflicto interno de principios del siglo XX, y hasta en la época contemporánea, atestigua conciertos, mítines, manifestaciones y varios eventos culturales.
El sábado 13 de febrero, a las 11:30 horas, desde los enormes torreones, las campanas repicarán de alegría, el sonido meloso del viejo y enorme órgano se escuchará tan fuertemente que seguramente hará competencia a los millones de gritos que ovacionarán a Su Santidad.
Francisco pasará por la puerta principal, mejor conocida como la Puerta del Perdón, que únicamente se abre cuando viene un personaje de tan alta investidura, y se dirigirá al Retablo de los Reyes donde se encontrará con las máximas autoridades de la iglesia católica en México y algunos líderes de otras religiones instituidas en el país, no sin antes rubricar el libro de visitantes distinguidos y algún acto improvisado que pueda suceder.
San Juan Pablo II, quien está presente en la Catedral en varias fotografías, una estatua y una placa con motivo de su visita en 1979; supo lo que es el calor de la Catedral, ahí se escuchó por primera vez la emotiva frase de “¡México, siempre fiel!”.
Terminada la breve estancia del sumo pontífice, las actividades de intendencia y mantenimiento no pararán en la Catedral Metropolitana; continuará con su labor de embellecimiento para otra posible visita papal, pero sobre todo, para seguir recibiendo a millones de mexicanos y turistas que practicantes del catolicismo o no, consideran al recinto, independientemente de lo sagrado, como una auténtica maravilla arquitectónica mundial.
Revista Protocolo
