Literatura

El libro digital, una entidad conceptual y textual con identidad propia: Antonio Ramírez

Para el editor catalán Jaume Vallcorba, un catálogo editorial es ante todo un patrimonio colectivo

librodigital_portadaPara Antonio Ramírez, librero colombiano radicado en España, el nuevo libro debe ser pensado no como un objeto material sino como una entidad conceptual, una unidad textual con identidad propia, más o menos estable, finita, reconocida y protegida, independientemente del soporte físico en el que circule.

Participante en la mesa redonda Un débil grillete: los eslabones de la cadena del libro, que se desarrolló en el marco del Congreso Internacional del Mundo del Libro, organizado para celebrar los 75 años del Fondo de Cultura Económica, con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Antonio Ramírez estuvo acompañado por Jaume Vallcorba, Raúl Padilla y el moderador Luis Alberto Ayala Blanco. Ramírez vaticinó que el libro digital, a diferencia del convencional, podrá desplazarse sin intermediarios.

Desde esta perspectiva, señaló que en la actualidad poco se sabe de la función del librero tanto en el pasado como en el presente, de su papel como mediadores y de las maneras precisas en que durante la era del libro de papel, libros y lectores se han encontrado mutuamente.

Ramírez, quien inició su actividad en México, primero en la librería El Juglar y posteriormente en las librerías Gandhi, destacó que parte fundamental del trabajo de los libreros consiste en conocer los resortes, los engarces, los vínculos que entrelazan a las comunidades de lectores; mantener las antenas bien situadas para captar ese murmullo que se propaga cuando los lectores hablan entre sí de lo leído.

“Todos percibimos eso que llamamos el boca-oreja y, aunque parece una paradoja, ese rumor oral, efímero, intangible e inaprensible, es el medio real sobre el que se propaga lo escrito. Conocerlo y anticiparse a sus movimientos, ha sido una de las claves del oficio librero”, aseveró.

Al referirse a la cadena editorial, tema de la mesa, afirmó que el libro que llega a las manos del lector nunca será la misma obra que salió de la pluma del autor. No sólo porque en cada etapa del proceso editorial se ha transformado, sino porque dentro de una misma colección se emparenta con una serie de obras y autores consagrados; porque la ilustración de la portada recuerda tal o cual género; debido a que la tipografía evoca una cierta tradición o por el contrario, expresa el deseo de renovar y transformar; porque las notas de la contraportada y las frases de las solapas de promoción, citan a otros autores que el lector conoce.

En su opinión, todos son gestos que transforman al libro; “son como capas de valor que se añaden a cada paso, ropajes de símbolos que distinguen a un libro de otro, gracias a los cuales el lector encuentra el libro que busca sin saberlo”.

Ramírez expresó que ya en la librería el libro sigue transformándose y aquí la labor del librero, aquel intermediario silencioso, consiste en situarse al lado del lector en un intento por ver el libro que viene en sus ojos y trata de anticiparse a la eventual lectura que hará un conjunto de personas, cuyos gustos e itinerarios lectores puede distinguir.

Por su parte, el editor catalán Jaume Vallcorba, fundador de Quaderns Crema y la editorial El Acantilado, indicó que hay muchos tipos de editor y todos cumplen una función; “poner libros en los estantes, a la disposición del lector, es un trabajo extraordinario y se puede hacer de muy distintos modos”.

En su caso, dijo, trabaja con el objetivo de ofrecer al lector ediciones fiables y filológicamente serias, aunque reconoció que sería una quimera pensar en libros sin erratas, pues siempre se cuela alguna, pero resaltó la importancia de procurar que el libro se parezca a una pantalla de cine, en la que uno ve con toda nitidez lo que el autor le propone.

“El editor que quiero ser —detalló—, es aquel que ofrece los textos de la manera más limpia y prístina posible, no distanciado de lo que quiere el autor, sino justamente aquello que el autor quiere. Y eso es una regla que me parece útil tanto para los textos originales como para las traducciones.”

Su aspiración es producir libros distintos al común, fuera de lo ordinario y lo cotidiano para entrar en un espacio espiritual, como efecto del objeto al que uno se enfrenta. “Eso no quiere decir que piense en libros de extraordinaria belleza, de bibliófilo, pero sí en una edición que si bien humilde, esté bien hecha y con una tipografía transparente, como la pantalla de cine a la que me he referido.”

En opinión del editor catalán, la forma sin duda es la que da categoría al libro, pero también es necesario tomar en cuenta el espacio en el que va a dialogar. Subrayó que un libro como parte de un catálogo sensato, de inmediato entra en diálogo inmediato con el resto de los títulos que lo integran.

Manifestó que en el caso de El Acantilado, tiene la sensación de que los libros se encuentran de noche; cambian su posición en la librería y se los encuentra en otra posición a la mañana siguiente. “El cuerpo místico varía en función de a quién esté a su lado. Todo eso configura un catálogo, en el que uno ni siquiera había sospechado, viéndolos en comunicación con otros libros.

En este sentido, Vallcorba destacó que un catálogo editorial es un patrimonio colectivo y quizá también del editor, porque una editorial debe ser un negocio. “Quizá los editores hemos contribuido positivamente a la construcción espiritual de la gente, por ello considero pertinente contribuir al patrimonio colectivo de manera significativa desde un propio catálogo.”

Raúl Padilla, presidente del Comité Organizador de la Feria Internacional de Libro de Guadalajara (FIL), apuntó que este tipo de actividades que tuvieron su origen en el Imperio romano, constituyen uno de los eslabones más importantes en la cadena editorial. En términos genéricos, expresó, son los grandes espacios de encuentro, reflexión y revisión de lo que sucede en la industria.

“En el mundo del libro este encuentro tiene un valor más destacado, porque si bien hablar del libro es referirse a una industria comercial, al libro como mercancía, vale la pena concebirlo como un objeto cultural que tiene que ver en sus cimientos, con el desarrollo mismo de las civilizaciones.”

Por ello, agregó, casi en todas las ciudades importantes del mundo, al menos se lleva a cabo una feria, en cualquiera de modalidades: de profesionales para transacciones entre ellos (la principal es la de Francfort); las dirigidas al público, para venta y difusión del libro entre ciudadanos (Buenos Aires), y las de carácter mixto, con participación de profesionales, al tiempo que aprovecha la convocatoria de los libros, para dar servicio a la comunidad y hacerlas llegar al público, Guadalajara.

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